
Virgen de Luján
En 1630, la carreta que transportaba la imagen se detuvo en los pagos de Luján. La Vírgen nunca se movió de aquí. En torno de ella se fundó y creció una las ciudades más reconocidas de nuestro país. La imagen venía de Brasil (Paracaiba) y viajaba por encargo de un portugués hacia Sumampa, Santiago del Estero.
Está construida por un alfarero con arcilla brasileña cocida. Tiene 38 centímetros de alto. Su manto azul está caido, salpicado de estrellas blancas y es la túnica encarnada.
Para resguardar la estatuilla original, el padre Jorge Salvaire le hizo colocar una campana de plata que le dió la forma característica que hoy se conoce mundialmente.
Milagro e Historia
En la Provincia de Buenos Aires, a 67 kilómetros al oeste de la Capital Federal, a la vera del río homónimo, está la localidad de Luján, nombre que recuerda al sobrino de Don Pedro de Mendoza, el capitán Pedro Luján, muerto en lugar cercano por los indios, el 15 de junio de 1536. Hacia el año 1630 no había en aquel paraje poblado de alguna importancia, ya que recién en 1638 comenzaron a transitar por allí, siguiendo el camino nuevo a Córdoba, las tropas de carretas y las recuas de mulas tucumanas.
Por aquellos tiempos, castellanos del Plata y portugueses del Brasil comerciaban pacíficamente como súbditos de una misma corona. Gobernaba el vasto Imperio Español el rey Felipe IV, de la familia de los Austrias, y el Papa Urbano VIII reinaba en la Santa Iglesia Romana. Ocurrió entonces que un portugués, Don Antonio Farías de Sáa, dueño de una estancia en el pago de Sumampa, jurisdicción de Córdoba del Tucumán, encargó a un amigo, marino, le trajese del Brasil una imagen de la Virgen, pues deseaba erigir en su hacienda una capilla a la Inmaculada Concepción de María. El marino, llamado Andrea Juan, cumplió el encargo, mas no fue una sino dos las imágenes que llegaron al puerto de Buenos Aires, desconociéndose la causa de esa duplicación.
De bulto, de arcilla cocida, muy bien dispuestas en cajas de madera para que no sufriesen daño en tan largo recorrido, una mostraba a la Virgen en su Concepción –es la que hoy se venera en el Santuario de Luján-, la otra, con el Niño Jesús en sus brazos, siguió camino y llegó a Sumampa.
Según Monseñor Presas, el pedido de la imagen debió formularse a mediados de julio de 1629, pues en aquellos días se encontraba en Buenos aires el piloto Andrea Juan listo para zarpar hacia Pernambuco, Brasil. Es probable que las dos imágenes fuesen compradas y embaladas allí, en Pernambuco. Una de ellas, la que representa a Nuestra Señora en su título de Madre de Dios, sin duda fue fabricada en el nordeste del Brasil. La otra, que la representa en su Purísima Concepción, es típicamente paulista y superior a su compañera en contextura y forma. San Pablo, en esos años de 1630, irradiaba su esplendor artesanal a todo el Brasil.
El patache San Andrés de Andrea Juan regresa el 23 de marzo de 1630. En Buenos Aires, las cajas con las imágenes son cuidadosamente estibadas en uno de aquellos carretones que formando parte de las boyadas, en desalineada fila, surcaban las vastedades del desierto.
Tomando hacia el norte por el Camino Viejo a Córdoba, corría el mes de mayo de 1630, la caravana, tras dos días de marcha, se detiene para hacer noche cerca de la estancia de un tal Rosende, próximo al río Luján, hoy Villa Rosa, en el partido de Pilar, a unos 30 kilómetros de la Basílica Nacional «Al apuntar el sol el día siguiente, el conductor de las imágenes unció sus bueyes, los ató al carro y picándoles con el aguijón se dispuso a continuar su ruta. No poco extrañado vió que los bueyes no se movían y aunque redobló sus esfuerzos y excitó a los animales de mil modos no consiguió que arrancase el carretón. Vinieron en su ayuda otros carreros, añadieron a la pareja del pertigo otra yunta de bueyes pero no lograron más que exasperarlos con sus golpes. Arremolinóse en torno del carro una multitud de carreros y peones de la estancia de Oramas juzgaron todos que era menester aliviar el carretón de su peso. Descargaron los bultos y al punto lo movieron los bueyes con la mayor facilidad. Como la carga era la misma que habían traído de Buenos Aires preguntaron al conductor qué era lo que llevaba y como dijese que entre otros bultos conducía dos imágenes de Nuestra Señora, desearon cerciorarse si el obstáculo provenía de ellas. Embarcaron pues las dos imágenes en el carretón y, en efecto, éste permanece inmóvil como al principio. Sacaron entonces una de las cajas y el carretón siguió atascado; trocáronla y azuzados los bueyes giraron las ruedas sin dificultad».
Frente a tan prodigiosa evidencia, los troperos, en debota procesión, llevaron la Santa Imagen a la casa de Rosende para su guarda. El hacendado hizo construir una modesta ermita de techo de paja y piso de tierra que quedó al cuidado de un negrito llamado Manuel, éste era el acompañante del conductor de las imágenes.
La noticia del milagroso hecho se divulgó rápidamente y bien pronto fueron muchos los fieles que emprendieron el viaje para venerar la imagen. La cantidad de peregrinos fue aumentando a medida que se difundía la buena nueva de los favores que Ella prodigaba. Al respecto, el historiador presbítero Felipe Maqueda señala en las «Noticias» del año 1812 que «como eran tan continuos los prodigios que se experimentaban, era también incesante el concurso de la gente que venía de lejos en romerías a visitar la Imagen de Nuestra Señora».
La sagrada imagen permaneció en el lugar unos cuarenta años. Hacia 1671 «la estancia de Don Rosende se hallaba en lastimoso estado por incuria de sus dueños, y por consiguiente la Ermita de la Virgen vino a quedar en casi despoblado. A este abandono contribuyó también en aquellos años el haberse cerrado el Camino Viejo a Córdoba que por ahí cerca pasaba, el justo temor de los indios infieles y la indiferencia con que las Autoridades Eclesiásticas hasta la fecha habían mirado tal devoción. Solo el negro Manuel logró en esos años mantener vivo el culto a Nuestra Señora. Por tal abandono los peregrinos padecían algún desconsuelo, porque no había en aquel lugar casa ni rancho donde hospedarse y frecuentar las visitas.
Fue por aquellos años cuando Doña Ana de Matos, dueña de una estancia sobre la margen derecha del río Luján, a unos treinta kilómetros hacia el oeste de los campos de Rosende, le ofrece al maestro Juan Oramas comprarle la imagen y trasladarla a su estancia. Allí estaría a resguardo de posibles profanaciones y sería más accesible para los peregrinos por estar el lugar cercano al Camino Real, más seguro y transitado.
Juan Oramas, por entonces Cura de la Catedral de Buenos Aires y heredero de los bienes de Rosende, no dudó «en condescender a la propuesta de Doña Ana porque los motivos que ella aducía eran a todas luces razonables, y también» –cuenta el historiador Felipe José Maqueda- «porque se persuadía que los concurrentes a la Capilla le robaban el ganado de la estancia, y dicha Señora Ana correspondió agradecida en darle alguna gratificación, no menos que doscientos pesos. Llevóse, pues, la Santa Imagen a su casa y púsola en un cuarto decente, con ánimo de edificarle en breve Capilla pública».
Ni bien llegada la imagen de la Pura y Limpia Concepción a su nueva morada se produjeron una serie de hechos prodigiosos que refiere la crónica del historiador Maqueda. Ocurrió que al día siguiente del traslado, Doña Ana advirtió alarmada que la Sagrada Imagen había desaparecido del lugar donde fuese ubicada con el mayor cuidado. No hallándola en toda la estancia a pesar de intensa búsqueda, su intuición le dijo que quizá hubiese regresado la Virgen a su antigua Ermita. Cuando verificó la certeza de su presentimiento, fue por Ella a lo de Oramas por segunda vez y por segunda vez volvió a faltar de su casa, encontrándose nuevamente en la vieja Ermita sin concurso humano.
Desconsolada Doña Ana con tan extraño acontecer, no se atrevió a intentar la traslación por tercera vez, porque pensó que volvería a suceder lo mismo y además temió –añade el cronista Maqueda- «castigase la Virgen su porfía cuando a su parecer le daba a entender que no gustaba estar en su casa». Decidió entonces, con acierto y esperanza, participar la novedad a las autoridades eclesiásticas de Buenos Aires. Trasladados al lugar y verificada la veracidad de los hechos, el Obispo y el Gobernador del Río de la Plata levantaron en andas la milagrosa Imagen y formando una devota procesión cuantos al lugar habían concurrido, se trasladaron desde la estancia de Don Rosende a la casa de la hacienda de Matos. Como el trayecto era largo y muchas de aquellas personas eran mayores, no fue posible llegar el mismo día, por lo que entrando la noche todos hicieron estación en la Guardia Vieja, situada cerca del río Luján, de esta banda, y junto a la hoy Ruta Nacional Nº8. Al salir el sol se prosiguió con soldados de la Guardia hasta llegar a la casa de la expresada Señora Matos. Aquí se erigió en un aposento un altar, en que se colocó la Santa Imagen, y el Señor Obispo dio facultad para que en él se celebrase Misa. La solemne procesión del traslado se cumplió pocos días antes de la fiesta de la Purísima Concepción del año 1671.
Desde el día solemne del traslado jamás volvió la Santa Imagen a la estancia de Rosende, lo que atribuyeron unos a la reverencia con que ahora se había traído, pero otros, con mayor fundamento, lo atribuyeron a que en esta ocasión vino con Ella el negro Manuel que era su devoto sacristán y que estaba dedicado noche y día al aseo y culto de su Ermita, lo que no había sucedido en las dos veces anteriores y aún en la tercera hubo algunas dificultades que vencer por cuanto narra el citado historiador el maestro Oramas alegaba ser el negro Manuel su esclavo como heredero que era del difunto año que lo trajo. El negro se defendía diciendo ser de la Virgen no más, y que su amo le había dicho varias veces, siendo muchacho, lo tenía entregado al servicio de la Virgen en su Santa Imagen. Corrió sobre este punto algún litigio pero luego transó con alargar Doña Ana al maestro Oramas cien pesos, con que cedió su derecho. El esclavo en cuestión habría sido comprado al conductor de las imágenes en el puerto de Buenos Aires, por Bernabé González Filiano, padrastro de Diego Rosende y su tutor en 1630.
Dado el rápido aumento de los peregrinos que llegaban al lugar, a los cinco años de la traslación se consideró necesario edificar una capilla que permitiese acogerlos. Doña Ana cedió la tierra y la construcción pudo terminarse en 1685 gracias al empeño del sacerdote Pedro de Montalbo quien, luego de la visita a Luján, curó milagrosamente de la tisis, y tal como lo había prometido quedó como capellán de la Virgen. El celo de este buen eclesiástico y la donación hecha por Doña Ana, al morir, de una estancia a favor del santuario dieron nuevo incremento al culto de Nuestra Señora y éste contribuyó a su vez a la fundación de la Villa de Luján.
Un acaudalado vizcaino, Don Juan de Lezica y Torrezuri, a quien la Virgen le había devuelto la salud, fue el principal promotor de la construcción de un templo acorde con la importancia del Santuario, visitado en aquellos años por peregrinos, no sólo de la Argentina sino también de países vecinos. El 24 de agosto de 1754 se empezaron a abrir los cimientos del nuevo templo y a fines del mismo año se puso la piedra fundamental. Con gran entusiasmo acudieron los devotos de la Virgen a ayudar a los vecinos de Luján en la construcción, y de las provincias más distantes no cesó el envío de donativos con ese fin, en tanto que otros recorrían las villas y lugares, como limosneros de Nuestra Señora, solicitando alguna ofrenda para el Santuario. Los mismos reyes de España coadyuvaron a tan santa obra, ordenando Fernando VI, por una Real Cédula, que los derechos de pontazgo del nuevo puente del río Luján se aplicaran por diez años a la fábrica del templo, renovando Carlos III, en 1764, la misma gracia por otros doce. La inauguración tiene lugar con gran pompa el 8 de diciembre de 1763, y luego de la procesión se entroniza en el Santuario la venerada Imagen.
La coronación de Nuestra Señora de Luján, concedida por el Papa León VIII, tuvo lugar el 8 de mayo de 1887 y revistió los contornos de un verdadero acontecimiento nacional, al que asistieron más de cuarenta mil personas procedentes no sólo de los más alejados rincones de la Argentina, sino también de países vecinos. En el momento en que el P. José María Ssalvaire, colocó sobre la cabeza de la Sagrada Imagen, todas las bandas rompieron a tocar sus marchas triunfales, los batallones hicieron una triple descarga de fusilería, se dispararon cohetes y bombas, repicaron las campanas y se echaron a volar gran número de palomas blancas que arrastraban en pos de sí largas cintas de colores inmaculados y pontificios, como mensajeras del júbilo que en aquella hora feliz llenaba los corazones de cuantos tenían la dicha de asistir a aquel espectáculo sorprendente y de inolvidable recuerdo.
Desde ese mes de diciembre de 1871 cuando se realizaba la primera peregrinación oficial de los católicos argentinos al Santuario de Luján, en la mente de Salvaire y en la de no pocos devotos de la Virgen nació la idea de levantar allí un nuevo Santuario acorde con la trascendencia de ese culto Mariano. El infatigable Salvaire escribía en 1885: «Se le debe erigir a Nuestra Señora de Luján un Templo que, por su disposición, magnificencia y simbolismo místico y patriótico, no menos que por los recuerdos que abriga el actual, un Templo que merezca el título de Santuario Nacional».
En 1890, con el decidido apoyo del Arzobispo de Buenos Aires, comenzó la obra de la actual Basílica. Solo Dios sabe lo que costó a Salvaire iniciar esa tarea y continuarla con tesón y sin descanso. Ese esfuerzo fructificó hacia diciembre de 1910 al concluir los trabajos principales que permiten sea inaugurada y bendecida con extraordinario regocijo popular. Aún faltaban construir las dos esbeltas torres que hoy se elevan casi 110 metros sobre el horizonte pampeano. La obra quedó terminada recién hacia 1930, cuando al celebrarse el tercer centenario de la milagrosa detención de la carreta, la Virgen de Luján es jurada como patrona de la Argentina, del Paraguay y del Uruguay.
Este Santuario, de estilo gótico francés, conocido en todo el orbe católico, ha sido desde su origen centro de la piedad argentina. Los Virreyes, en tiempos de la Colonia y luego los próceres de la Independencia han rendido veneración a la Virgen del Plata. Tras la batalla de Salta, el General Belgrano envió dos banderas tomadas a los realistas para que fuesen depositadas a los pies de la Virgen, y él, personalmente, en más de una ocasión, fue a postrarse ante su altar. También el General San Martín en 1823, de regreso de la gesta libertadora vuelve a visitar el Santuario de Luján y ofrece a María una de sus espadas. El Coronel French, que había nombrado a la Virgen de Luján patrona de su regimiento, le dona dos de las banderas conquistadas en le sitio de Montevideo. También Martín Rodriguez, Cornelio Saavedra, J.M. de Pueyrredón, Rondeau y los caudillos de la emancipación le tributaron el homenaje de su reconocimiento.
Hoy, el movimiento de peregrinos al Santuario de Luján es permanente y multitudinario, tanto en ocasión de la fiesta principal del 8 de mayo como durante los fines de semana y muchas otras celebraciones.
Recordemos, por último, que el Papa Juan Pablo II visitó la Basílica el viernes 11 de junio de 1982, en momentos harto difíciles para la Argentina. En Luján, aguardaba al Papa peregrino de la paz, una concentración popular única en la historia del Santuario. En la homilía, el Pontífice expresó: «Ante la hermosa Basílica de la Pura y Limpia Concepción de Luján, nos congregamos para orar junto al altar del Señor. A la Madre de Cristo y de cada uno de nosotros, Ella que, desde los años de 1630, acompaña aquí a cuantos de le acercan para implorar su protección, queremos suplicar hoy aliento, esperanza, fraternidad. Ante esta Bendita Imagen de María, a la que mostraron su devoción mis predecesores Urbano VIII, Clemente XI, León XIII, Pío XI, Pío XII, vine también a postrarse, en comunión de amor filial con vosotros, el Sucesor de Pedro en la Cátedra de Roma».
El Texto corresponde a la historia y fue transcripto total y exactamente del sitio de la Conferencia Episcopal Argentina: www.cea.org.ar, el cual invitamos a visitar muy especialmente
Oraciones a la Virgen
(Cardenal Pironio)
Virgen de la Esperanza, Madre de los pobres,
Señora de los que peregrinan: óyenos
Hoy te pedimos por América Latina,
el Continente que Tú visitas con los pies descalzos, ofreciéndole la riqueza
del Niño que aprietas en tus brazos.
Un Niño frágil, que nos hace fuertes,
Un Niño pobre, que nos hace ricos.
Un Niño esclavo, que nos hace libres.
Virgen de la esperanza, América despierta.
Sobre sus cerros despunta la luz de una mañana nueva.
Es el día de la salvación que ya se acerca.
Sobre los pueblos que marchaban en tinieblas,
ha brillado una gran luz.
Esa Luz es el Señor que Tú nos diste,
Hace mucho, en Belén, a medianoche.
Queremos caminar en la esperanza.
Madre de los pobres: hay mucha miseria entre nosotros.
Falta el pan material en muchas casas.
Falta el pan de la verdad en muchas mentes.
Falta el pan del amor en muchos hombres.
Falta el pan del Señor en muchos pueblos.
Tú conoces la pobreza y la viviste.
Danos alma de pobres para ser felices.
Pero alivia la miseria de los cuerpos
y arranca del corazón de tantos hombres
egoísmo que empobrece.
Señora de los que peregrinan:
Somos el Pueblo de Dios en América Latina.
Somos la Iglesia que peregrina hacia la Pascua.
Que los Obispos tengan un corazón de padre.
Que los sacerdotes sean los amigos de Dios
para los hombres.
Que los religiosos muestren
la alegría anticipada del Reino de los Cielos.
Que los laicos sean, ante el mundo,
testigos del señor resucitado.
Y que caminemos juntos con todos los hombres
Compartiendo sus angustias y esperanzas.
Que los pueblos de América Latina
vayan avanzando hacia el progreso
por los caminos de la paz en la justicia.
Nuestra Señora de América:
ilumina nuestra esperanza,
alivia nuestra pobreza,
peregrina con nosotros hacia el Padre.
Así sea.
V. El ángel del Señor le anunció a María
R. y concibió por obra y gracia del Espíritu Santo
Dios te salve María, llena eres de gracia…
V. He aquí la esclava del Señor
R. Hágase en mí, según tu palabra.
Dios te salve María, llena eres de gracia…
V. Y el Verbo se hizo carne
R. Y habitó entre nosotros
Dios te salve María, llena eres de gracia…
V. Ruega por nosotros Santa Madre de Dios
R. Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Nuestro Señor Jesucristo.
Oremos: Derrama, Señor, tu gracia en nuestros corazones, para que, así como por el anuncio del Ángel hemos conocido la Encarnación de tu Hijo Jesucristo, conducidos por su pasión y su cruz seamos llevados la Gloria de su resurrección. Te lo pedimos por el mismo Cristo, nuestro Señor. Amén.
(del p. Leonardo Castellani[1])
– ¿Por qué el cautivo en triste soledad,
sollozando con lúgubre gemido
tu nombre invoca, Virgen de Piedad?
– Porque tu eres la vida de este mundo
La estrella del que sufre en este suelo.
Versos sacados de unos antiguos cantares a la Virgen.
Queridos Hermanos:
1. El mejor y el más grande canto que se puede llevar a Dios desde este suelo, es en honor a Nuestra Señora de Luján.
Aquí me pongo a cantar
con cualquiera que se ponga
la mejor, la gran milonga
que se habrá de perpetuar
entre la Pampa y el mar
y el que es mayor que los dos,
cielo estrellado de Dios
donde sus plantas están,
canto a la Flor de Luján,
canto a la Madre de Dios.
2. Dios creó todo lo que hay en la tierra y en los cielos, creó al hombre, su obra mejor, y éste, desobedeciendo, instigado por el Demonio, pecó, alejándose de Dios.
Dios hizo el cielo y el rayo,
hizo el sol, hizo la estreya[2],
hizo la Pampa sin güeya[3],
hizo el toro y el cabayo[4],
hizo al hombre, y aquí cayo[5],
porque fue su obra mejor,
pero el Mandinga[6] traidor
conoció que era de barro.
Pecó el hombre, rompió un carro
y se le enojó el Criador.
3. Fuera del paraíso, el hombre y la mujer estaban sin posibilidad de salvarse, por haber cometido una ofensa, en cierto modo, infinita. Sólo Dios podía salvar al hombre.
Y lo echaron de la estancia
pa[7] la tierra del infiel,
a tragar miseria y yel[8]
el que nació en abundancia.
Pero su mesma ignorancia
le dio compasión al Juez.
Pensó un momento y después
exclamó lleno de ciencia:
“Se ha de cumplir mi sentencia
pero güelta del revés”.
4. Dios se hace hombre y muere en la Cruz para pagar por nuestros pecados. Elige por madre a la Virgen de Luján.
“La muerte que al hombre aterra
Yo a mí mesmo me la aplico:
Yo soy grande y me hago chico
y siendo Dios me hago tierra.
Yo he de vencer esta guerra
con las armas que me dan,
porque vencer de rufián
a Dios no es cosa que cuadre”.
Y eligió para su Madre
a la Virgen de Luján.
5. Los misterios de la encarnación del Hijo de Dios y de la Redención son muy profundos.
Aquí hay misterios muy fieros
y aquí hay un pozo muy hondo;
yo mi ignorancia no escondo
ni me meto en agujeros.
Aquí hasta los más matreros[9]
boleados quedarán,
y jamás entenderán,
porque es cencia[10] infinita
y “Eligió para Mamita
a la Virgen de Luján”.
6. La humildad de Jesucristo es inconmensurable. Quiere hacerse hombre para salvar al hombre y ser en todo semejante a nosotros menos en el pecado.
Miren qué humildá[11], qué empeño
el del Hijo de Dios Padre,
ir a elegir para Madre
en un pago tan pequeño,
El que es de este mundo el Dueño
no se guía por las ropas,
podía ir por las Uropas[12]
a elegir las potentadas.
Pudo sacar as de espadas
y robó cuatro de copas.
7. La Virgen de Luján fue madre de Jesús muy buena, cariñosa, linda, habilidosa y muy probada en el dolor. Desde la Cruz, su Hijo nos la dio por madre nuestra del cielo.
Y de que Dios la encontró
güena Madre y cariñosa,
guapa, limpia, habilidosa,
y su corazón probó,
al tiempo que la dejó,
quiso hacer algo que asombre
y le dijo: “Por mi nombre
y estando en esta cruz triste,
Madre de Dios güena juiste[13]:
Yo te hago Madre del hombre”.
8. ¿Adónde iríamos si no tuviéramos a la Virgen por Madre? Nosotros que somos duros para sujetarnos a los mandamientos y muy ignorantes de las cosas de Dios, que estamos huérfanos de Dios, que nos quitan el sólido alimento de la formación cristiana y las sanas tradiciones, llenándonos la cabeza de cosas estériles y tristes, ¡menos mal que tenemos por Madre a la Virgen de Luján!.
Guacho pampa a dónde irías
cuando no tuvieras madre,
vos que sos duro de encuadre
y de pocas tiologías[14].
Vos que te hayás[15] estos días
guacho en la tierra que hiciste:
te han quitado hasta el alpiste
para darte la instrucción,
te han quitado el corazón
y te dan un libro triste.
9. María de Luján es nuestra Patrona, Protectora y Abogada contra la invasión de sectas y doctrinas extrañas. Única estrella en la hora del peligro. Poderosa en su oración por ser Madre de Dios.
Reina del Plata, Señora
del pobre crioyo[16] olvidado,
techo que nos ha quedado
contra esta lluvia invasora.
Estreyita[17] pa la hora
de la tormenta feroz,
mira que se vuelve a Vos
mi alma que no desconfía,
porque si sos madre mía,
sos también Madre de Dios.
10. Así como es nuestra única esperanza ahora, así lo será en la hora final. Así Ella pedirá especialmente por nosotros en el momento de nuestra muerte, recordando cuántas veces le rezamos la Salve y el Santo Rosario.
Madre de Dios, Madre mía,
y no quiero saber más,
hacéme morir en paz
con Dios y con Vos, María.
Al filo de mi agonía
no recordés mis reveses,
recordá en vez cuántas veces
y ya desde muy guachito[18]
yo te recé el “Bendito”,
NOTAS
[1] Pastor Díez, Nuestra Señora de la Poesía, Grandes poetas del siglo XX cantan a María (Buenos Aires1980) 52.53. Apareció publicado por primera vez en La Perla del Plata, revista de la Basílica de Luján en el número del mes de mayo con el seudónimo Jerónimo del Rey. [2] Por estrella. [3] Por huella. [4] Por caballo. [5] Por callo [6] El diablo. [7] Para. [8] Por hiel. [9] Gaucho que se interna por tierras inhóspitas. [10] Por ciencia. [11] Por humildad. [12] Por Europa. [13] Por fuiste. [14] Por teologías. [15] Por hallás. [16] Por criollo. [17] Por estrellita. [18] Por de poca edad. [19] Es el Santo Rosario.
Dios te salve,
Reina y Madre de misericordia, vida,
dulzura y esperanza nuestra.
¡Dios te salve! A ti clamamos
los desterrados hijos de Eva;
a ti suspiramos gimiendo y llorando
en este valle de lágrimas.
Ea, pues, Señora, abogada nuestra,
vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos y
después de este destierro
muéstranos a Jesús,
fruto bendito de tu vientre.
Oh clementísima, oh piadosa,
oh dulce Virgen María.
Ruega por nosotros Santa Madre de Dios
para que seamos dignos de alcanzar las promesas
de Nuestro Señor Jesucristo. Amén.
La Imagen de la Virgen
La imagen de la Virgen que llegó en 1630 al Río de la Plata es brasileña, hecha en terracota (tierra cocida) en el valle de Paraiba, San Pablo, donde en el siglo XVII, había una importante producción de esculturas de ese material. Mide 38 cm. Está de pie sobre un nimbo de nubes donde aparecen cuatro cabezas de ángeles. A ambos lados de la figura se ven las puntas de la luna en cuarto creciente. Tiene las manos juntas sobre el pecho.
Estaba totalmente policromada, siendo el manto azul cubierto de estrellas, y la túnica roja.
En 1681 –según el historiador Maqueda- ya se veneraba la imagen vestida. El padre De Los Ríos, en una visita canónica a Luján en 1737, dispone que cada tres meses se renovara el vestuario de la Virgen.
En 1904, Juan Nepomuceno Terrero, Obispo de La Plata –Diócesis a la que por ese entonces pertenecía Luján-, ante el evidente deterioro de la imagen a causa de la desintegración de la arcilla con la que fuera construida, mandó hacerle una cubierta de plata, que dejó a la vista solo el rostro y las manos.
Dicha cubierta, de autor anónimo, es de perfil cónico y está compuesta de dos piezas que se unen en el costado de la imagen. La frontal remeda túnica y manto. Ambas están repujadas y cinceladas imitando telas con roleos vegetales y un galón en el borde del manto.
La cubierta de plata sólo se hizo para preservar la figura de María, porque se la siguió vistiendo con trajes de tela. Desde esa época se le superpone el cuarto creciente por delante del manto con que se la viste. Es ya tradición que dicho manto se le cambie una vez al año, en fecha cercana al 8 de mayo, día de la Coronación.
Esta descripción fue transcripta total y exactamente del sitio oficial de la Basílica Nuestra Señora de Lujan: www.basilicadelujan.org.ar, el cual invitamos a visitar muy especialmente
Detalles del Manto de la Virgen de Luján
Las tres primeras galanuras de la Virgen aluden a la descripción que se hace de Ella en el Apocalipsis de San Juan: “Una gran señal apareció en el cielo: una Mujer, vestida del sol, con la luna bajo sus pies, y una corona de doce estrellas sobre su cabeza” (12, 1).
Rayera Gótica: La rayera gótica con la inscripción: “Es la Virgen de Luján la primera
fundadora de esta Villa”, adosada a la espalda de la Mujer, vestida de sol, y que representan los rayos del sol por estar la Virgen totalmente sumergida en aquella luz inaccesible.
La luna de plata: a sus pies, con tres escudos de Argentina, Uruguay y Paraguay, porque todo defecto está bajo Ella y porque es Mediadora entre Cristo –el Sol- y la Iglesia –la Luna.
Aureola De 12 Estrellas: La aureola de 12 estrellas es la diadema real de María, en ellas ve San Bernardo las 12 prerrogativas de gracias:
Prerrogativas Del Cielo:
1º Estrella. La generación de María anunciada en el Antiguo Testamento
2º Estrella. El haber sido saludada por el Ángel
3º Estrella. El haber concebido en su seno al Hijo de Dios
4º Estrella. El haberse realizado esto por obra y gracia del Espíritu Santo
Prerrogativas Del Cuerpo:
5º Estrella. Su inquebrantable propósito de guardar virginidad
6º Estrella. Su virginidad fue realzada por una milagrosa fecundidad
7º Estrella. El estar libre de las molestias que se siguen a la concepción
“llevando a Quien la llevaba”
8º Estrella. Su milagroso alumbramiento.
Prerrogativas Del Corazón:
9º Estrella. La mansedumbre de su pudor
10º Estrella.Su profunda humildad
11º Estrella. Su fe magnánima y firmísima
12º Estrella. El martirio de su corazón.
Corona Imperial: Fue mandada a hacer en París por el P. Jorge María Salvaire, francés, a un afamado artífice de la Casa “Poussielgue Roussand”es una corona de oro con incrustaciones de piedras preciosas. Fue bendecida por León XIII el 30 de
setiembre de 1886. Coronada por Mons. Federico Aneiros, Arzobispo de Buenos Aires, en nombre de S.S. León XIII, el 8 de mayo de 1887. Fue robada el 15 de setiembre de 1897. Fue encontrada y restaurada en la Casa Gottuzo y Costa, de la ciudad de Buenos Aires, bendecida y colocada nuevamente sobre las sienes de la Virgen por Mons. Uladislao Castellano, Arzobispo de Buenos Aires, el 7 de noviembre de 1897.
La corona luce 8 escudos: los de Argentina, Uruguay, Paraguay y España (“en memoria de los dos siglos de protección, con que España distinguió a este venerable Santuario”); los del Papa Pío IX, quien siendo canónigo en 1824 visitara y dijera Misa en Luján, de paso a Chile en la Delegación Apostólica, y el de S.S. León XIII, que bendijera la corona en 1886, ambos italianos; y los de Mons. Aneiros, porteño, y Mons. Castellano, cordobés, ya que ambos coronaron la imagen de la Virgen
Según la usanza española desde los primeros tiempos se la vistió con ropas. Por ser la Inmaculada Concepción el ropaje es túnica blanca y manto azul-celeste. Así los colores de nuestra bandera fueron tomados de los colores de María de Luján. Lo confirman muchos testimonios escritos, como por ejemplo los textos del historiador Aníbal A. Rottjer “El sargento mayor Carlos Belgrano, que desde 1812 era comandante militar de Luján y presidente de su Cabildo, dijo: “Mi hermano tomó los colores de la bandera del manto de la Inmaculada de Luján de quien era ferviente devoto. Y en este sentido se han pronunciado también sus coetáneos, según lo aseveran afamados historiadores.” El mismo autor dice: “Después de implorar el auxilio de la Virgen, y usando como distintivo de reconocimiento los colores de su imagen, por medio de dos cintas anudadas al cuello, una azul y otra banca, y que llaman de la medida de la Virgen, porque cada una de ella medía 40 cm, que era la altura de la imagen de la Virgen de Luján” O también “al fundarse el Consulado en 1794, quiso Belgrano que su patrona fuese la Inmaculada Concepción y que, por esta causa, la bandera de la dicha institución constaba de los colores azul y blanco. Al fundar Belgrano en 1812 el pabellón nacional ¿escogería los colores azul y blanco por otras razones diversas de la que tuvo en 1794? El p. Salvaire no conocía estos detalles y, sin embargo confirma nuestra opinión al afirmar que “con indecible emoción cuentan no pocos ancianos que al dar Belgrano a la gloriosa bandera de su Patria, los colores blanco y azul celeste, había querido, cediendo a los impulsos de su piedad, obsequiar a la Pura y Limpia Concepción de María, de quien era ardiente devoto”
Es de cedro revestido de bronce dorado, que tiende a destacarla mejor, con la inscripción: “Imagen de Nuestra Señora de Luján”.
De la sola imagen milagrosa de María de Luján podemos sacar grandes lecciones. De sus facciones menudas, de su semblante grave y risueño, de sus ojos mirando hacia la derecha, del rostro un tanto amorenado, de sus manos orantes, de la materia en que está hecha igual que nosotros, etc. En fin, todas lecciones hermosas y llenas de sentido catequético y espiritual. Pero ahora no queremos referirnos a esas características, que bien valen un sermón, sino al hecho de que la imagen en su conjunto es
la más bella expresión de nuestra Patria argentina. Es el punto focal que, por así decirlo, contiene, como en semilla, lo que es nuestro ser nacional. Y, en ese sentido, María de Luján es el paradigma de lo que debe ser lo auténticamente argentino.
Como pasa muchas veces, nos descubren realidades insondables de las cosas y personas con las que tenemos trato frecuente y familiar, quienes las conocen por primera vez. Así pasó con la Virgen Lujanera.
Fue necesario el genio intelectual y la mirada penetrante y profética del gran Papa Pío XII para que los argentinos descubriésemos lo que se encierra, contiene y fulgura en la Sagrada Imagen. Trece años después de haberla visitado en su camarín de Luján, siendo ya Vicario de Jesucristo y sucesor de Pedro, diciendo que “Ella quiso quedarse allí y el alma nacional argentina comprendió que allí tenía su centro natural”, expresó cuál había sido su impresión al verla: “…nos pareció que habíamos llegado al fondo del alma del gran pueblo argentino.” Que es como decir a sus fundamentos, a su base, a lo que le da razón de ser, a su entramado profundo, a sus cimientos, a lo básico, a lo que nos ha de lanzar al futuro… Son palabras muy pensadas, son palabras muy sentidas y son palabras muy profundas: “…nos pareció que habíamos llegado al fondo del alma del gran pueblo argentino.”
Y es así ya que en la Imagen milagrosa se dan cita los valores que compendian la Patria y que no se cierran sobre sí mismos, sino que, sin negarlos, se abren a los valores universales. En efecto, en Ella se dan los valores autóctonos:
– La geografía: quiso quedarse aquí.
– La bandera: son de los colores de su manto.
– La lengua: Está escrito en
nuestra lengua materna: “Es la Virgen de Luján la primera fundadora de esta Villa”.
– La comunidad concorde, en el pasado: San Martín, Belgrano, Pueyrredón… en el presente, los innumerables peregrinos que la visitan… en el futuro, desconocido por nosotros pero auspicioso si nos colocamos bajo su manto.
Pero, Ella también nos abre a los valores universales:
– Su origen es brasileño.
– Su gran cultor y el joyero de su corona, franceses.
– Lleva los escudos de Argentina, Uruguay, Paraguay, España, de dos italianos, y de un porteño y un cordobés que la coronaron.
– Condecorada en 1981 con la Rosa de oro y entronizada en la Iglesia argentina de Roma en 1998 por Juan Pablo II, polaco.
En María de Luján se da la mejor síntesis entre los nuestro particular y lo universal, entre lo local y lo iberoamericano, entre lo laical y lo jerárquico, entre lo criollo y lo bueno que viene de afuera, entre la Iglesia particular y la Iglesia universal.
Por eso la Limpia y Pura Concepción que se quedó en Luján fue, es y será el “…fondo del alma del gran pueblo argentino.”
Introducción:
Las cosas que vamos consiguiendo y preparando para celebrar una fiesta cualquiera nos ayudan a pensar en los demás y, sobre todo, en el homenajeado. Cuando la fiesta es religiosa se suma algo más: los preparativos nos ayudan a pensar en Dios, en lo que ha dicho y hecho por nosotros.
La novena de la Virgen de Luján tiene esa finalidad: preparar el corazón para su fiesta pensando en ella, y repasando lo que Dios ha dicho y hecho en comunión con los hermanos en la fe.
Por eso, esta novena está preparada en base a la historia del milagro de la Virgen de Luján, iluminada con partes de la Biblia, y enriquecida con la oración que los mismos peregrinos dejaron escritas en el Santuario.
Al presentar los hechos de la historia, con fidelidad a lo ocurrido en 1630 y los años subsiguientes, queremos rezar y profundizar en lo que Dios hizo en nuestra patria al dejarnos a su Madre en Luján.
Cada día de la novena tiene una parte de la Palabra de Dios para meditar y partes de salmos para rezar, como así también el Padrenuestro, el Ave María y el Gloria.
Y aunque cada uno rece por separado, la novena la rezamos en comunión: pidiendo unos por otros y agradecidos también con los demás. Podríamos haber propuesto rezar un día por los enfermos, otro día por las familias, etc. Pero preferimos poner las intenciones que algunos han dejado escritas en la Basílica, conservando incluso su expresión. De esta forma podemos rezar unos por otros uniendo a cada intención los nombres de personas que están en una situación parecida; pero además enriqueciéndonos con la forma de dirigirse a Dios o a su Madre que usan otros hermanos en su oración habitual.
Fieles a la fe que recibimos, adoramos a Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo. Y veneramos a la Virgen María, la Madre de Jesús. Sabemos que en la historia de nuestra salvación, ella tiene un lugar único. Aceptó ser la Madre del Hijo de Dios y estuvo siempre unida a él. Para hacerla Madre de Cristo, Dios la preservó del pecado ya antes de nacer; por eso la veneramos como la Inmaculada, la Limpia y Pura Concepción, la “llena de gracia”. Desde el cielo, junto a Jesús resucitado, cuida y acompaña a los hermanos de su Hijo que todavía peregrinamos en esta tierra.
La evangelización en nuestro continente estuvo marcada por un gran amor a la Madre de Dios, que siempre dio señales de su compañía y cuidado. Así, una imagen sencilla de su Limpia y Pura Concepción, quiso quedarse en el río Luján en 1630. Su presencia silenciosa a través de la historia nos acerca el amor misericordioso de Dios, que quiso hacerse hombre para darnos su Vida.
Leamos con atención la Palabra de Dios:
De la Carta a los Gálatas: “Cuando se cumplió el tiempo establecido, Dios envió a su Hijo, nacido de una mujer y sujeto a la Ley, para redimir a los que estaban sometidos a la Ley y hacernos hijos adoptivos.” (4, 4-5)
Recemos ahora con el canto de la Virgen: Lc 1, 46-55
Antífona: El Señor hizo en mí maravillas.
Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo
y su misericordia llega a sus fieles,
de generación en generación.
Él hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
a favor de Abraham y su descendencia por siempre.
Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo…
Antífona: El Señor hizo en mí maravillas.
Intenciones:
– Amada y pura madre de Luján: te escribo estas líneas para agradecerte que hayas aceptado en tu misericordioso corazón que seamos tus hijos, aunque seamos rebeldes y tantos dolores te causemos…
– María, te pido que me des fuerza para poder seguir tu ejemplo de madre, hija, esposa. Y que la luz de tu Hijo Jesús no deje de brillar en nuestro país. Danos esperanza.
(Podemos agregar otras oraciones.)
Padre Nuestro… Dios te salve, María… Gloria al Padre, al Hijo…
Oración final: Virgencita de Luján, Madre de los que vivimos en esta tierra Argentina, ¡gracias por quedarte con nosotros! Estamos como Jesús, en la cruz; doloridos, pero esperando la vida. Sostené nuestros brazos. Cubrinos con tu manto. Cuidá a nuestro pueblo. Virgencita de Luján, somos tus hijos. Amén.
Como dice el dicho, “el hombre propone y Dios dispone”…
En el año de 1630, un hacendado portugués de Sumampa, Santiago del Estero, encargó a un amigo suyo de Pernambuco, Brasil, una imagen de la Inmaculada Concepción de la Virgen. Éste le envió dos imágenes pequeñas, hechas de tierra cocida: una de la Limpia y Pura Concepción, y otra de la Virgen con el Niño Jesús dormido en sus brazos. Ambas fueron conducidas por mar desde el puerto de Pernambuco al de Buenos Aires, y después, en carreta, tomaron rumbo al norte por el “camino viejo”.
Dios quiso intervenir en este “camino” y lo cierto es que, quien llegó a Sumampa fue la imagen de la Virgen con el Niño. Para la otra imagen, el Señor tenía otros planes…
Leamos con atención la Palabra de Dios:
Del libro del profeta Isaías: “Los pensamientos de ustedes no son los míos, ni los caminos de ustedes son mis caminos –oráculo del Señor-. Como el cielo se alza por encima de la tierra, así sobrepasan mis caminos y mis pensamientos a los caminos y a los pensamientos de ustedes.” (55, 8-9)
Recemos ahora con un Salmo: SALMO 25
Antífona: Muéstranos, Señor, tus caminos.
Muéstrame, Señor, tus caminos,
enséñame tus senderos.
Guíame por el camino de tu fidelidad;
enséñame, porque tú eres mi Dios y mi salvador,
y yo espero en ti todo el día.
El Señor es bondadoso y recto:
por eso muestra el camino a los extraviados,
él guía a los humildes para que obren rectamente
y enseña su camino a los pobres.
Todos los senderos del Señor son amor y fidelidad,
para los que observan los preceptos de su alianza.
Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo…
Antífona: Muéstranos, Señor, tus caminos.
Intenciones:
– Te pido que me ilumines y me guíes en el difícil camino de elegir mi carrera y poder aclarar mi cabeza.
– Dame la calma que necesito para ver mi camino, ilumíname, te lo ruego, sólo sé que a pesar de todo siempre tuve dentro mío ansias de vivir.
(Podemos agregar otras oraciones.) Padre Nuestro… Dios te salve, María… Gloria al Padre, al Hijo…
Oración final: Virgencita de Luján, Madre de los que vivimos en esta tierra Argentina, ¡gracias por quedarte con nosotros! Estamos como Jesús, en la cruz; doloridos, pero esperando la vida. Sostené nuestros brazos. Cubrinos con tu manto. Cuidá a nuestro pueblo. Virgencita de Luján, somos tus hijos. Amén.
Para ir hacia el norte, desde Buenos Aires, la carreta que llevaba las imágenes de la Virgen debía hacer varias paradas. La segunda fue cerca del río Luján, en la estancia de Rosendo (actualmente Villa Rosa, partido de Pilar). Fue en ese lugar donde ocurrió el milagro: como la carreta no podía avanzar decidieron descargarla; y sucedió que al bajar uno de los cajones avanzaba normalmente. Si se cargaba ese cajón, volvía a detenerse. Al abrirlo, encontraron la imagen de la Limpia y Pura Concepción. Conmovidos, el negro Manuel y otros testigos, entendieron que la Virgen había elegido ese lugar y decidido quedarse allí.
Hoy también reconocemos en ese signo el amor que Dios nos tuvo, y el modo admirable en el que quiso dejar a su Madre entre nosotros, antes de que fuéramos nación.
Leamos con atención la Palabra de Dios:
Del evangelio de san Marcos: “La gente quedó asombrada y glorificaba a Dios diciendo: ‘Nunca hemos visto nada igual’.” (2, 12)
Recemos ahora con un Salmo: SALMO 117
Antífona: Alaben al Señor, todos los pueblos.
¡Alaben al Señor, todas las naciones,
glorifíquenlo, todos los pueblos!
Porque es inquebrantable su amor por nosotros,
y su fidelidad permanece para siempre. Aleluya.
Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo…
Antífona: Alaben al Señor, todos los pueblos.
Intenciones:
– Siempre recordaré, mientras viva, el milagro que se produjo en mí en 1999… Ayudaste a mi matrimonio y a mi familia toda. Te pido, Madre, la bendición y la protección para todos…
– Virgen de Luján: gracias por haberle curado a mi esposo…
– Virgencita de Luján: te doy gracias por haberme escuchado en el momento que te necesité. Gracias por haber ayudado a mi bebé a salir del problema que tuvo cuando nació.
– Vengo a tus pies, mi Santa Virgen de Luján, a cumplir con mi promesa, casi ya cumplida por tus plegarias… Ya podemos decir: “nuestra casa”, ya la tenemos, de por vida te rezaremos por esta bendición.
– Virgencita querida, te pido que hagas el milagro por el bien de mis nietitos, de mis hijos y toda mi familia. Gracias. Una abuela desesperada.
(Podemos agregar otras oraciones.) Padre Nuestro…Dios te salve, María…Gloria al Padre, al Hijo…
Oración final: Virgencita de Luján, Madre de los que vivimos en esta tierra Argentina, ¡gracias por quedarte con nosotros! Estamos como Jesús, en la cruz; doloridos, pero esperando la vida. Sostené nuestros brazos. Cubrinos con tu manto. Cuidá a nuestro pueblo. Virgencita de Luján, somos tus hijos. Amén.
El negro Manuel fue traído de África como esclavo, cuando tenía unos 25 años. Fue comprado en Brasil y traído a Buenos Aires, junto con las imágenes. Después del milagro se dedicó, hasta su muerte, por más de 50 años, a servir a la Virgen. Cuenta la tradición que muchos enfermos recobraban la salud cuando Manuel los ungía con el aceite de la lámpara que ardía en honor de Nuestra Señora. Se sabe que estuvo unos años casado con una mujer criolla llamada Beatriz, que era esclava de la misma familia a la que pertenecía; y luego enviudó.
Para que pudiera seguir cuidando la imagen, fue comprado a sus antiguos dueños gracias a una colecta popular, aunque él ya decía: “Soy de la Virgen, nomás”.
Leamos con atención la Palabra de Dios:
Del evangelio de san Juan: “Ya no los llamo servidores, porque el servidor ignora lo que hace su Señor; yo los llamo amigos, porque les he dado a conocer todo lo que oí de mi Padre. No son ustedes los que me eligieron a mí, sino yo el que los elegí a ustedes, y los destiné para que vayan y den fruto, y ese fruto sea duradero. Así todo lo que pidan al Padre en mi Nombre, él se lo concederá. Lo que yo les mando es que se amen los unos a los otros.” (15, 15-17)
Recemos ahora con un Salmo: SALMO 102
Antífona: El amor del Señor permanece para siempre.
Bendice al Señor, alma mía,
que todo mi ser bendiga su santo Nombre;
bendice al Señor, alma mía,
y nunca olvides sus beneficios.
Él perdona todas tus culpas
y cura todas tus dolencias;
rescata tu vida del sepulcro,
te corona de amor y de ternura;
el Señor hace obras de justicia
y otorga el derecho a los oprimidos.
Como un padre cariñoso con sus hijos,
así es cariñoso el Señor con sus fieles;
él conoce de qué estamos hechos,
sabe muy bien que no somos más que polvo.
Pero el amor del Señor permanece para siempre.
Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo…
Antífona: El amor del Señor permanece para siempre.
Intenciones:
– Virgen de Luján, gracias por darme la libertad y poder estar con mi familia. Ayudame en todo momento, líbrame de toda tentación y nunca más separarme de mi familia.
– Virgencita de Luján, te pido bendición por los que están privados de su libertad, que pronto tengan su libertad. Gracias.
– Señor, gracias por mirarme y bendecirme con una familia hermosa; te pido pan, trabajo y salud para todos los argentinos. Amén.
(Podemos agregar otras oraciones.) Padre Nuestro…Dios te salve, María…Gloria al Padre, al Hijo…
Oración final: Virgencita de Luján, Madre de los que vivimos en esta tierra Argentina, ¡gracias por quedarte con nosotros! Estamos como Jesús, en la cruz; doloridos, pero esperando la vida. Sostené nuestros brazos. Cubrinos con tu manto. Cuidá a nuestro pueblo. Virgencita de Luján, somos tus hijos. Amén.
La primera ermita que le construyeron a la Virgen estuvo terminada en 1633. Pero a pesar de que crecía la fama de los milagros y gracias que Ella concedía, el lugar quedó más tarde abandonado durante unos cuarenta años. Sólo el negro Manuel mantuvo vivo en ese tiempo el culto a “Nuestra Señora de Luján”, como ya se la acostumbraba a llamar. Él era quien recibía a los peregrinos, rezaba por sus necesidades, cuidaba de la ermita y de la imagen, y contaba la historia del milagro.
Su gran amor a la Señora y la fidelidad a su servicio durante esos años, permitieron que hoy conservemos la imagen de la Virgen y guardemos en la memoria su presencia milagrosa entre nosotros.
Leamos con atención la Palabra de Dios:
Del evangelio de san Mateo: “En aquel tiempo, Jesús dijo: ‘Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, por haber ocultado estas cosas a los sabios y a los prudentes y haberlas revelado a los pequeños. Sí, Padre, porque así lo has querido. Vengan a mí todos los que están afligidos y agobiados, y yo los aliviaré. Carguen sobre ustedes mi yugo y aprendan de mí, porque soy paciente y humilde de corazón, y así encontrarán alivio. Porque mi yugo es suave y mi carga liviana’. ” (11, 25-26. 28-30)
Recemos ahora con un Salmo: SALMO 27
Antífona: Señor, no me dejes ni me abandones.
El Señor es mi luz y mi salvación,
¿a quién temeré?
El Señor es el baluarte de mi vida,
¿ante quién temblaré?
Aunque acampe contra mí un ejército
mi corazón no temerá;
aunque estalle una guerra contra mí,
no perderé la confianza.
No alejes con ira a tu servidor,
tú, que eres mi ayuda;
no me dejes ni me abandones,
mi Dios y mi salvador.
Aunque mi padre y mi madre me abandonen,
el Señor me recibirá.
Yo creo que contemplaré la bondad del Señor
en la tierra de los vivientes.
Espera en el Señor y sé fuerte;
ten valor y espera en el Señor.
Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo…
Antífona: Señor, no me dejes ni me abandones.
Intenciones:
– Santísima Virgencita de Luján: …te pido… que mejoren las cosas del país. Quisiera ver crecer a mi nieto mejor…
– Virgen de Luján: …no te podés imaginar el dolor que siento al ver a mis papás peleados, cuidalos mucho, que los amo. Gracias, y que mejore la Argentina, que no haya más chiquitos con hambre…
– Te agradezco, Madre, por enseñarme el lenguaje del amor y cobijarme en los momentos de soledad. Pero mi fe es limitada, te pido que me ayudes a acrecentarla.
(Podemos agregar otras oraciones.) Padre Nuestro…Dios te salve, María…Gloria al Padre, al Hijo…
Oración final: Virgencita de Luján, Madre de los que vivimos en esta tierra argentina, ¡gracias por quedarte con nosotros! Estamos como Jesús, en la cruz; doloridos, pero esperando la vida. Sostené nuestros brazos. Cubrinos con tu manto. Cuidá a nuestro pueblo. Virgencita de Luján, somos tus hijos. Amén.
La señora Ana de Matos, que tenía una estancia unas 5 o 6 leguas de distancia de la de Rosendo, al ver el abandono en el que había quedado la ermita decidió ofrecerle un lugar más digno a la Virgen y construir, con el tiempo, una capilla para que la pudieran venerar los peregrinos. Así, con una procesión que duró dos días, la Virgen peregrinó junto a sus hijos hasta el lugar donde se construiría el nuevo templo.
También Ana de Matos, como el negro Manuel, fue un instrumento de Dios para servir a su pueblo. Gracias a ella, nuestra Madre pudo tener una casa para seguir recibiendo a sus hijos; y las tierras que le donó a la Virgen dieron origen a la actual ciudad de Luján.
Leamos con atención la Palabra de Dios:
Del evangelio de san Lucas: “En aquellos días, María partió y fue sin demora a un pueblo de la montaña de Judá. Entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel. Apenas ésta oyó el saludo de María, el niño saltó de alegría en su seno, e Isabel, llena del Espíritu Santo, exclamó: ‘¡Tú eres bendita entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que la madre de mi Señor venga a visitarme? Apenas oí tu saludo, el niño saltó de alegría en mi seno. Feliz de ti por haber creído que se cumplirá lo que te fue anunciado de parte del Señor.” (1, 39-45)
Recemos ahora con un Salmo: SALMO 84
Antífona: Feliz quien ama al Señor y marcha en sus caminos.
¡Qué amable es tu Morada,
Señor del universo!
Mi alma se consume de deseos
por los atrios del Señor;
mi corazón y mi carne claman ansiosos
por el Dios viviente.
Hasta el gorrión encontró una casa,
y la golondrina tiene un nido
donde poner sus pichones,
junto a tus altares, Señor del universo,
mi Rey y mi Dios.
¡Felices los que habitan en tu Casa
y te alaban sin cesar!
¡Felices los que encuentran su fuerza en ti,
al emprender la peregrinación!
Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo…
Antífona: Feliz quien ama al Señor y marcha en sus caminos.
Intenciones:
– Virgencita: queremos agradecerte por estar siempre con nosotros, por guiarnos e iluminarnos… Te pido por mi familia aquí presente en tu casa.
– Virgen de Luján: quisiera encomendar en tus manos la felicidad de cada persona que te visita esforzándose para llegar a tu Basílica y pedirte por los que hoy no están.
(Podemos agregar otras oraciones.) Padre Nuestro…Dios te salve, María…Gloria al Padre, al Hijo…
Oración final: Virgencita de Luján, Madre de los que vivimos en esta tierra Argentina, ¡gracias por quedarte con nosotros! Estamos como Jesús, en la cruz; doloridos, pero esperando la vida. Sostené nuestros brazos. Cubrinos con tu manto. Cuidá a nuestro pueblo. Virgencita de Luján, somos tus hijos. Amén.
En 1684, el padre Pedro Montalbo viajó desde Buenos Aires afectado por ahogos asmáticos. Quería vivir o morir cerca la Virgen. Fue recibido por el negro Manuel, que como a otros enfermos, lo ungió con el aceite de la lámpara que ardía en honor de la Virgen; y le expresó que si se curaba, sería el primer capellán de la Virgen de Luján. Y efectivamente, luego de sanarse, el padre Pedro la sirvió durante 16 años, hasta su muerte.
Leamos con atención la Palabra de Dios:
De la segunda carta a los Corintios: “Bendito sea Dios, el Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de las misericordias y Dios de todo consuelo, que nos reconforta en todas nuestras tribulaciones, para que nosotros podamos dar a los que sufren el mismo consuelo que recibimos de Dios. ” (1, 3-4)
Recemos:
DEL PROFETA ISAÍAS (Cap. 38)
Antífona: Protégenos, Señor, todos los días de nuestra vida.
Yo decía: En lo mejor de mis días me tengo que ir:
he sido destinado a las puertas del abismo
por el resto de mis años.
Yo decía: Ya no contemplaré al Señor
en la tierra de los vivientes;
no veré más a los hombres
entre los habitantes del mundo.
Estoy piando como una golondrina,
gimo como una paloma.
Mis ojos se consumen de mirar a lo alto:
¡me oprimen, Señor, sé tú mi fiador!
Mi amargura se cambió en bienestar:
tú has preservado mi vida
de la fosa del aniquilamiento,
porque has arrojado detrás de tus espaldas
todos mis pecados.
Porque tú me salvaste, Señor,
haremos resonar nuestras liras
todos los días de nuestra vida
junto a la Casa del Señor.
Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo…
Antífona: Protégenos, Señor, todos los días de nuestra vida.
Intenciones:
– Virgen Madrecita mía: traje a mi hijo a hacerlo tu hijo y así por intermedio tuyo Dios deposite sus manos en él. Tiene problemitas de salud, que con tu ayuda y la mano del Padre va a superar… Gracias, Madre.
– Virgencita: te voy a pedir por una compañera que estuvo internada conmigo. Es una persona muy buena conmigo y te quiere mucho.
– Virgen de Luján, gracias por sanar a mi hijo y ayudarme a mí a superar mis problemas de salud.
(Podemos agregar otras oraciones.) Padre Nuestro…Dios te salve, María…Gloria al Padre, al Hijo…
Oración final: Virgencita de Luján, Madre de los que vivimos en esta tierra Argentina, ¡gracias por quedarte con nosotros! Estamos como Jesús, en la cruz; doloridos, pero esperando la vida. Sostené nuestros brazos. Cubrinos con tu manto. Cuidá a nuestro pueblo. Virgencita de Luján, somos tus hijos. Amén.
El milagro de la Virgen de Luján ocurrió hace muchos años. Sin embargo, el suceso de los cajoncitos y la carreta inmóvil ha llegado hasta nosotros. Alguien nos lo contó. Nuestros padres o abuelos; los catequistas o algún sacerdote. Lo cierto es que sabemos, por muchas voces que lo han trasmitido, que la Virgen quiso quedarse en Luján.
La figura del Negro Manuel cobra mucha importancia también en este aspecto: fue testigo presencial del milagro y lo contó a los peregrinos que visitaban a la Madre. Su fidelidad y constancia hizo posible que hoy este hecho estuviera en la memoria del Pueblo de Dios en nuestra Patria.
La tradición continuó y continúa. Quienes hoy visitan a la Virgen, aunque no sepan su historia al detalle, experimentan su cariño y lo trasmiten a sus hijos, a sus amigos…
Leamos con atención la Palabra de Dios:
Del evangelio de san Lucas: “Jesús les dijo entonces esta parábola: Si alguien tiene cien ovejas y pierde una, ¿no deja acaso las noventa y nueve en el campo y va a buscar la que se había perdido, hasta encontrarla? Y cuando la encuentra, la carga sobre sus hombros, lleno de alegría, y al llegar a su casa llama a sus amigos y vecinos, y les dice: Alégrense conmigo porque encontré la oveja que se me había perdido.” (15, 3-6)
Recemos: SALMO 145
Antífona: Alabaremos tu nombre por siempre, Señor.
Te alabaré, Dios mío, a ti, el único Rey,
y bendeciré tu nombre eternamente;
día tras día te bendeciré,
y alabaré tu nombre sin cesar.
¡Grande es el Señor y muy digno de alabanza:
su grandeza es insondable!
Cada generación celebra tus acciones
y le anuncia a las otras tus portentos:
ellas hablan del esplendor de tu gloria,
y yo también cantaré tus maravillas.
Ellas publican tus tremendos prodigios
y narran tus grandes proezas;
divulgan el recuerdo de tu inmensa bondad
y cantan alegres por tu victoria.
Mi boca proclamará la alabanza del Señor:
que todos los vivientes bendigan tu santo Nombre,
desde ahora y para siempre.
Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo…
Antífona: Alabaremos tu nombre por siempre, Señor.
Intenciones:
– Después de tantos años sin poder venir, pude al fin conocer la iglesia de Luján, que vine cuando tenía un año…
– Virgencita de Luján: este sábado vine primero que nada, a cumplir con mi ofrenda de agradecimiento, por la petición que en su momento te supo hacer mi abuela tan amada (Dios la tenga en su gloria), luego de tantos años. Yo te ofrezco mis plegarias, te ofrezco mis servicios, para con quienes lo necesiten.
– Virgencita, ayudaste y escuchaste las plegarias de mis papás, hoy te pido que con misericordia escuches y recibas las mías.
(Podemos agregar otras oraciones.) Padre Nuestro…Dios te salve, María…Gloria al Padre, al Hijo…
Oración final: Virgencita de Luján, Madre de los que vivimos en esta tierra Argentina, ¡gracias por quedarte con nosotros! Estamos como Jesús, en la cruz; doloridos, pero esperando la vida. Sostené nuestros brazos. Cubrinos con tu manto. Cuidá a nuestro pueblo. Virgencita de Luján, somos tus hijos. Amén.
Los argentinos sabemos que en Luján tenemos a nuestra Madre. Es como si Jesús nos hubiera dicho a nosotros lo mismo que le dijo al discípulo estando en la cruz: “Ahí tienes a tu madre”. Su casa es meta de muchos caminos. Sus manitos juntas reciben nuestras oraciones y se las acercan a Dios. Sus ojos buenos atraen nuestras miradas y su manto nos cubre. Su bendición nos reanima y renueva. Es nuestra, pero es de todos: su corazón es tan ancho como el mundo y ninguno de los que la invoca con fe queda sin su cuidado, sea argentino o no.
Leamos con atención la Palabra de Dios:
Del evangelio de san Juan: “Junto a la cruz de Jesús, estaba su madre, con su hermana María, mujer de Cleofás, y María Magdalena. Al ver a su madre y cerca de ella al discípulo a quien él amaba, Jesús le dijo: “Mujer, aquí tienes a tu hijo”. Luego dijo al discípulo: “Aquí tienes a tu madre”. Y desde aquel momento, el discípulo la recibió en su casa.” (19, 25-27)
Recemos con un Salmo: SALMO 121
Antífona: Nuestra ayuda viene del Señor.
Levanto mis ojos a las montañas:
¿de dónde me vendrá la ayuda?
La ayuda me viene del Señor,
que hizo el cielo y la tierra.
El Señor es tu guardián,
es la sombra protectora a tu derecha:
de día no te dañará el sol,
ni la luna de noche.
El Señor te protegerá de todo mal
y cuidará tu vida.
El te protegerá en la partida y el regreso,
ahora y para siempre.
Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo…
Antífona: Nuestra ayuda viene del Señor.
Intenciones:
– Mamita, gracias por dejarme venir a verte, te amo y sos mi protectora.
– Yo soy una fiel tuya, como todas las peregrinaciones yo estoy ahí, yendo caminando, aunque el tiempo esté lindo, feo, con viento o lluvioso, yo siempre estoy ahí; te quiero y confío en vos…
– Virgencita de Luján, te doy gracias por la salud de todos mis familiares y te pido que nos des a todos la felicidad y la paz que nos hace falta en el mundo. Yo soy de Sucre, y espero que estés allá.
– Gracias Madre por escucharnos y ayudarnos, por darnos fuerzas para seguir y porque a pesar de todo, somos un pueblo que sigue en la lucha, sin perder la fe.
– Virgen de Luján: yo sé que hoy es un día muy especial para vos porque te visitan grandes, chicos, jóvenes de toda clase y de todo lugar. Por eso yo te pido de corazón que llegues a cada una de estas personas, especialmente a los jóvenes que están quebrados, angustiados por la desocupación y especialmente por la droga… Te quiero y gracias por estar siempre.
(Podemos agregar otras oraciones.) Padre Nuestro…Dios te salve, María…Gloria al Padre, al Hijo…
Oración final: Virgencita de Luján, Madre de los que vivimos en esta tierra Argentina, ¡gracias por quedarte con nosotros! Estamos como Jesús, en la cruz; doloridos, pero esperando la vida. Sostené nuestros brazos. Cubrinos con tu manto. Cuidá a nuestro pueblo. Virgencita de Luján, somos tus hijos. Amén.
El negro Manuel, un esclavo traído de África, cuidó la imagen de la Virgen, contó su historia y recibió a los peregrinos. Muchos enfermos recobraban la salud cuando Manuel los ungía con el aceite de la lámpara que ardía en honor de la Señora. Siempre decía: “Soy de la Virgen, nomás”.
Leamos con atención la Palabra de Dios: “Ya no los llamo servidores, porque el servidor ignora lo que hace su Señor; yo los llamo amigos, porque les he dado a conocer todo lo que oí de mi Padre. No son ustedes los que me eligieron a mí, sino yo el que los elegí a ustedes, y los destiné para que vayan y den fruto, y ese fruto sea duradero. Así todo lo que pidan al Padre en mi Nombre, él se lo concederá. Lo que yo les mando es que se amen los unos a los otros.” (15, 15-17)
Intenciones:
Virgen de Luján, gracias por darme la libertad y poder estar con mi familia. Ayudame en todo momento, librame de toda tentación y nunca más separarme de mi familia.
(Podemos agregar otras oraciones.) Padre Nuestro…Dios te salve, María…Gloria al Padre, al Hijo…
Oración final: Virgencita de Luján, Madre de los que vivimos en esta tierra Argentina, ¡gracias por quedarte con nosotros! Estamos como Jesús, en la cruz; doloridos, pero esperando la vida. Sostené nuestros brazos. Cubrinos con tu manto. Cuidá a nuestro pueblo. Virgencita de Luján, somos tus hijos. Amén.
Música y Canciones a la Virgen
Virgencita de Luján (Letra de la canción)
¡Oh, María, Madre nuestra, Virgencita de Luján!
Amparadnos y guiadnos a la patria celestial.
En un día de milagro junto al río de Luján
te quedaste con nosotros, tierna Madre de Luján.
Hoy los hijos que te aman vienen juntos a rezar,
por la patria y por el mundo implorándote la paz.
La salud que es don del cielo te venimos a implorar
¡Oh salud de los efermos, líbranos de todo mal!
Ten piedad de nuestras almas, no queremos más pecar.
En ti está nuestra esperanza, no nos puedes defraudar.
Una gracia te pedimos, Virgencita de Luján
de vivir siempre a tu lado y de amarte más y más.
Chacarera de la Virgen
Huella de Fe y de Historia